jueves, 27 de octubre de 2011

VIENTOS DEL SUR

jueves, 27 de octubre de 2011
La historia
(mujer al fin)
vive sorprendiendo
con sus reiteraciones, estupores o promesas.
Reiteraciones de dramas renacidos en comedia
alteraciones de volcán que no se entrega
a la muerte de su magma.
O la sorpresa de volver a ver
el espectáculo infrecuente
de una esperanza que inesperada regresa
cuando todo se arrima al extravío.

De esas caprichosas recurrencias
elijo la última
para recordarte.
Y me pregunto si es recuerdo la vigencia
de lo que no te llevaste.
El más pertinaz de tus principios
lo que no dejaste afuera de esa casa
en la que el rosa
ha sido la menor ambigüedad de su existencia.

No he sido tu amigo
para llamarte flaco
ni Lupo
o el cariñoso “pingüino”
que pertenece a todos y por eso
en trato personal no es de ninguno.

Incluso el Néstor me ha resultado atrevido
al nombrarte las veces
que me acerqué a tu estampa
de joven indeleble.
Tu quijotesca estampa
de domador de molinos y canallas
que en ropas de uniforme, de banqueros o de jueces
se interpusieron en vano con sus aspas
para intentar revertir tu carga
de viento patagónico.

Pero vos reinventaste la palabra
diste sentido al sentido de nombrarte
y de nombrarnos:
Compañeros
Compañeras
recuperando incluso esa palabra
perdida en los heroicos dolores de parto aquel octubre
y de heroísmo y de muerte en los setenta.
Y en esa reinvención está el sentido más amplio
y el más íntimo
de lo que nos dejaste
y nos quitaste en tu partida.
Nos cambiaste un compañero
el mejor
por los miles que lloraron tu nombre
y hoy sonríen al nombrarte.
No con bautizos de calles, torneos o locales
sino con el grito persistente
de quienes se proclaman tus soldados
con la alegría de serlo
para la paz
que sembraron tus conflictos.

Tu metralla de verdades relativas
tus broncas con la injusticia
tu desdén por los soberbios de siempre
que mandaste “ALCArajo”
con esa clase que solo tienen
los que descuidan su saco
para abotonar la Patria
al ojal de su destino.

No es la primera partida
que ha llorado tu pueblo
pero la muerte ha sido ausencia tantas veces
que no puede evitarse la sorpresa
(la más grande de todas de esa mujer que es la historia)
de encontrarle un sentido.

Estuvo en las calles
aquella primavera lluviosa
de octubre
en que volviste bajo la lluvia a tu sur
y a tus vientos.
Estuvo en el amor de los miles
que gritaron tu nombre y el de ella
consagrando como en aquellos setenta
de una manera valiente y dolorosa
el amor que los uniera.
Estuvo también en el odio
de los que alzaron en vano su venenosa copa
para beberla poco menos de un años después
con el amargo sabor de su derrota.

Y estará por siempre
entre los que allá donde estás
y todos estaremos
no callaron ni con bombas
fusilamientos ni derrotas.
Y está
(porque en vos estuvo)
en la fuerza de ese viento del sur
que cada día te nombra
refrescando justicias y memoria.

Pero por sobre todo
está de pie
en quien
depositaste hace tiempo la palabra compañera
y hoy nos anima 
no solo en la victoria
que debe conquistarse cada día
sino en la persistencia de su lucha 
con nombre de mujer
como la historia.

Jorge Coscia
26 de octubre de 2011



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